Aqua marina
Belleza...
¿Cómo se puede describir lo bello? ¿El lenguaje no alcanza, o es,
acaso, suficiente para evocar algunas imágenes que nos acerquen a lo
sublime? La belleza está en lo simple, en las cosas que vemos sin
observar, en una gota de agua salada que se escurre por una superficie
tersa, apiñonada, joven, tan nueva que todavía rebosa suave, y crece, y
se regenera, mientras el liquido de la vida se desliza, y la recorre
desde el cuello, por donde apareció de entre sus negros cabellos
húmedos, para asomarse tímidamente y seguir transitando su piel, esa
hermosa capa de cielo que encierra sus entrañas. Titubea un poco a causa
de una súbita ráfaga de viento, pero no se detiene; sigue, y baja
lánguidamente, al tiempo que refleja un brillo provocado por el sol; por
fin llega a la espalda. Resbala con más lentitud al toparse con unos
granos de arena, diminutos para el hombre pero enormes para ella; los
arrolla, les pasa por encima, y sigue aprovechando las bondades que le
otorga su cómplice, la gravedad. Pasa justo por el eje de ese cuerpo,
por la línea que marca esa simetría casi perfecta, mientras deja tras de
sí el rastro de su paso por la piel. Avanza, y de pronto se deja ir más
rápido, hasta quedar casi desbordada, justo al límite de sus nalgas
redondeadas, casi lampiño. Sin esperarlo, una mano asesta un ligero
golpe, suficiente para deshacerla, dejando parte de su esencia liquida
sobre esa superficie tersa que le había dado algunos segundos de placer.
Él, con los dedos de esa mano, aprovecha para refrescarse los labios
carnosos, ya resecos por la sal y el calor incansable. Lo que queda de
ella, de esa gota reventada, por fin alcanza el clímax, llega al éxtasis
mientras la besa, y la frota, y la limpia con su lengua, para llevarla
al calor de su boca...
Comentarios
Publicar un comentario