Literatura y naturaleza III
Otro autor de la Europa antigua que mostró gran interés en
diversos mitos y su relación con la naturaleza es Ovidio, quien fue un
poeta romano que vivió entre el año
43 a. de C. y el 17 d. de C. Entre otras obras, Ovidio es ampliamente
recordado por sus Metamorfosis. Como su nombre lo indica,
esta obra aborda el tema de las transformaciones como un medio para conservar
la esencia de las cosas, aun si el cuerpo cambia de forma para manifestarse
como un animal, una planta o bien como él mismo pero con alguna características
añadida y que no es propia de su naturaleza.
Así, en las Metamorfosis se
narra como Júpiter (Zeus en la mitología griega) transforma al rey
Licaón de Arcadia en lobo por haber sacrificado
a los extranjeros que llegaban a sus tierras, violando el principio de
hospitalidad; mientras que Niobe, tras ver a sus hijos asesinados por
los
dioses Apolo y Artemisa a consecuencia de su soberbia, ruega al dios
máximo que
la convierta en piedra, mutando así en un peñasco; e Ícaro, que alcanza
solo una transformación a medias al desarrollar un par de alas endebles
para
escapar de la isla de Creta. Cabe señalar que todas las mutaciones, ya
sea que
se realicen de forma completa o solo en parte, obedecen a un castigo
dado por
los dioses, o bien a un deseo, generado en muchos casos por amor. En los
siguientes cuadros es posible ver la visión de dos artistas acerca de
algunos de estos mitos: Júpiter y Licaón, de Jan Cossiers (derecha) y La caída de Ícaro, de J.P. Gowy (izquierda).
Como un ejemplo más, es posible citar la metamorfosis de Narciso, de cuyo nombre
proviene el término que usamos ahora para describir a una persona que se ama
demasiado a sí misma, y que llamamos narcisista. En este mito, Narciso, quien
fuera engendrado por la ninfa Liriope y el río Cefiso, es un adolescente de
gran belleza del cual se enamora una ninfa llamada Eco; esta deidad menor de la
naturaleza recibe su nombre debido a que, tras ser sorprendida por Juno (Hera en la mitología griega) en
brazos de su esposo Júpiter, es condenada por aquella a no
poder conversar y repetir solo las palabras de otros. Entonces cuando Eco
quiere abrazar a Narciso para demostrarle su amor, se dice que a causa de su
soberbia “Aquél huye, y huyendo: “Las manos de los abrazos retira; / moriré antes
–habla- que tengas poder sobre nosotros.” (III, 390-392). Ante ello, Eco
decide ir a lamentarse al bosque, pero no sin antes suplicar a los dioses que
su desprecio sea vengado:
De allí alguien despreciado, las manos
al éter alzando:
‘Que así ame él mismo, sea justo; así no
de lo amado se adueñe’,
Había dicho; a sus súplicas justas, la
Ramnusia asintió.
(III, 404-406).
Donde el éter
es el aire más puro, ligero y elevado respirado por los dioses, en contraste
con el más denso y contaminado que se respira en el mundo de los mortales, y
Ramnusia es otro nombre otorgado a Némesis, quien castigaba a los que no
obedecían a aquellas personas que tenían derecho a mandarlas, siendo la diosa
de la justicia retributiva y de la venganza. Así, y tras despreciar a Eco, Narciso
se enamora al ver su reflejo en el agua de una fuente inmaculada, y después de
intentar abrazarse y besarse en esa imagen suya por mucho tiempo, finalmente
muere desgastado por el amor a sí mismo. Al final, se dice que seguía
admirándose en el río Estigio dentro del mundo de los muertos, y su cuerpo se
transforma en una flor que evoca su belleza, la flor de narciso. Debajo podrán ver Eco y Narciso, de John William Waterhouse.
Como otra representación de este mito, a continuación se muestra una pintura de Salvador Dalí llamada La metamorfosis de Narciso que,
según el mismo artista, debe observarse acompañada de un poema que él
mismo escribió, y en donde revela que para él la transformación de
Narciso representa la inspiración, encarnada en Gala:
"Cuando esa cabeza se raje
cuando esa cabeza estalle
será la flor,
el nuevo Narciso,
Gala,
mi narciso."
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